martes, 30 de octubre de 2007

A RoDrIgO

Fue hace más de cuatro años cuando una semana después de la cita académica compartimos por primera vez un salón de clases, poco se sabía acerca de nuestro futuro académico y mucho menos se sabía acerca de nuestro futuro como seres humanos. No nos conocíamos pero compartíamos ciertas cosas, ciertas cosas que son justamente las que ahora me interesa ya no recordar.

Fueron ciertas platicas que tuvimos, ciertos momentos en los cuales nos marcamos como personas, nos tatuamos ciertas frases, ciertos sentimientos, porque mi querido amigo, nos hemos formado juntos, porque quizá estos años sean los que darán por terminada nuestra formación anímica, y no es que la obra, nosotros, estemos ya terminados sino que el fondo de este cuadro, la idea básica de esta novela, ya existe, nos faltan pinceladas, algunas anécdotas y algunas correcciones, pero estamos ya hechos.

Y doy gracias a Dios de que las cosas resultasen como resultaron, porque somos grandes amigos y quizá seas al cuál siento que le puedo fallar, muchas cosas te he dicho a lo largo de tantos años, con alcohol y sin él, con café y cigarro, o simplemente con la simple locura de pasar mucho tiempo juntos. Tanto tiempo que, como bien lo sabemos, no ha sido en cantidad, sino en tragedia, sino en elucubraciones muchas, en ideas perdidas y en mentiras encontradas, en sofismas y en verdades, en lamentos y gracias.

Es acaso tu amistad la que más valoro, es acaso porque somos tan parecidos o porque somos tan distintos que nuestras mentiras se quedan en nuestros labios y no se atreven a salir a razón de vergüenza. Porque mentirnos o por lo menos mentirte me parece tan vano, tan sin sentido que la misma intención de hacerlo me ruboriza.

No he intentado conocerte, te he conocido, no he intentado ser tu amigo, lo he sido. Somos buenas personas pero no gente de buenas conciencias, somos caníbales, comemos lo que somos, comemos la verdad entre nosotros. No pienses que me rindo, no pienses que me doy por vencido, piensa mejor que mis batallas aquí ya han terminado, mi guerra en la ciudad esta a punto de finalizar, y saldré triunfante. Es valiente aceptar que no hay más nada porque pelear, es valiente aceptar que si sigo por este camino no podré vencer, y la guerra, que es inexistente dado que no hay nada que me enfrente en esta ciudad, no hay amores que enfrentar, no hay amigos con los cuales luchar, no hay sueños que destruir y trocarlos en realidad, no hay nada, la guerra sería una imaginación triste de alguien que busca guerrear por el simple hecho de hacerlo.

No presumo vanidad, por eso no presumo cosas que no tengo, no presumo valentía ante monstruos de papel; decirte la vedad he hecho, ¿parece otra cosa?.

Nuevos horizontes se abren, nuevas batallas, querido amigo, nos esperan y habremos de salir victoriosos porque no hemos aprendido otra cosa de nosotros. Y si en algún momento perdemos, será una gran derrota, una gran guerra perdida y no hay más. Pero no olvidemos que ante una guerra perdida, una paz aprendida, ante la muerte una vida nueva.

La vida son ciclos que concluyen, uno mío está a punto de terminar y otro nuevo inicia y no quiero llegar con viejo vicios, con imaginaciones atrasadas, con pecados que se debieron expiar, no necesito cargas, no necesito lastres. El inicio habrá de ser puro y solitario. Un muerto no se lleva el cuerpo, y no espero la resurrección del cuerpo, que se muera y que se pudra, que sueños e ilusiones, que mentiras y verdades sean comidas por los gusanos que ya rondan entre mis huesos, que todo muera y que nada sobreviva; me llevaré mi alma, me voy con mi alma que aprendió de todo eso que ya se muere, que sucumbió ante amores y desilusiones, que resistió cataclismos anímicos por la simple esperanza de que el amor se podía, vana ilusión que ya muere.

Un ciclo termina, no podría decirte que ya tengo a la muerte a lado, pero la decadencia de mi cuerpo y de mi alma la siento desde hace mucho, las cosas se acomodan para terminar, lo irónico es que siento que es la única vez que han estado acomodadas. Mi depresión es constantes, llevo una vida esperando algo que no llega, un “padre”, un “te quiero”, un “te necesito”, te mentiría si te dijera que no han llegado, pues si lo han hecho, pero han llegado tarde, muy tarde, y un sentimiento o una acción que llega tarde de nada sirve. Estoy deprimido desde mi infancia y podría seguir deprimido toda la vida, pero no es lo quiero, no lo quiero... Por eso tendré que enfrentar mi destino, tendré que morir y renacer, y al renacer me llevaré la vida en enfrentar lo que a veces he pensado es mi destino, la soledad.

Pero ¿es que igualo soledad y depresión? Como te he dicho me he llevado mi vida hasta ahora esperando, esperando para no estar solo, y en esa eterna espera me he consumido, la soledad me lleva a la depresión, y la depresión me lleva a la soledad, estoy en un circulo vicioso donde la única salida es la muerte. Pero ¿qué es la depresión? No es más que la espera, no es más que un estado anímico donde la ansiedad y la pasividad se entremezclan, donde no hay salida a una vida que no es vida, donde el sentir es prioridad pero el mismo sentir es un lujo que pocas veces se tiene, porque se espera, pero cuidado, no estoy diciendo que la pasividad que es cosa natural en mi alma, sea la culpable de tan fatídica condición, sino que algo pasó que aún no descubro, que me entrego a la depresión antes de haberse formado cosa alguna. Quizá fuese la soledad primera que apoderándose de la pasividad de mi alma me entregó a el circulo vicioso del cual ya te he mencionado.