lunes, 29 de septiembre de 2008

A Pedro...

Contarte mi verdad quiero, la verdad del tiempo ya muerto y del tiempo aún no vivo. Y te la cuento a ti con más dificultad porque me es extraño contarle a un igual.

Diferente somos cierto es, fue lo primero que descubrimos al conocernos, conocernos que fue fácil, ahora suena fácil, pero llevo tiempo, mucho y parece que sólo este año es el que recuerdo, y mayor el recuerdo es pues este año mejor nos conocimos, nos vimos como realmente somos: débiles.

Difícil es para mi recordar antes, es eclipsado por la luces de esperanza, verdad y orgullo de este año.

Recordemos pues, juntos lo pasado en este tiempo.

Se podría decir que el año, nuestro año, comenzó en ese encuentro fortuito, ese día en el que era alcohol, donde me encontraste destrozado, vomitando rencor y sangre coagulada; donde te conté mi carga. Conociste antes que nadie mi derrota más larga, mi herida por el  arcángel.

Listo para aceptarlo no estaba y me escudé en el alcohol, los dos ya lo sabíamos, los dos nos callamos. Tú, no sé por qué, respeto, miedo o indiferencia. Yo, yo por precaución, no estaba listo para una derrota nueva.

El tiempo pasó, la verdad no podía ser vista todavía, sería hasta que sanara, sané. No te lo dije hasta tiempo después, mis 18 fueron la fecha, ya lo sabíamos, pero de mi boca sobria no había salido, tuvo que salir.

Ese día también me doliste, mi boca fue dura, mi boca escupió la verdad cruda, veneno parecía y tú lloraste sangre. Como nunca te había visto te vi, humano me pareciste, demasiado. Decepcionado estaba por tu beligerante fuerza ya derrotada, mi inocencia maldita triste te hacía.

Reclamos recuerdo haber recibido, tus reclamos. Pero yo no era culpable, todos, nosotros cuatro, debimos ser condenados, malditos éramos ya todos.

De ahí de derrota gloriosa en derrota gloriosa te vi, perdías y no lo quisiste notar, no podías notarlo, caíste en una prisión armada por tus pasiones. Ni tu soberbia te salvó, seguías igual. Inteligente ya no eras, triste observaba tu camino, lo sabía todo, títeres parecían...Al que nunca pensé manejar, manejado lo tuve. Nunca creo yo lo supiste.

Contigo las platicas pocas fueron, pero suficientes para crecer y conocernos. Admiro tu franqueza y tu falta de tacto, masculino te celebraba, solo al igual te celebraba. Un error que aprendí a querer te encontré: tanto hablabas, tanto berreabas y ladrabas y al final nada hacías, oculto estás, necesitado de algo está. Lo sé pues lo reconozco en mí. Vez, no tan diferentes somos.

Sabes que mucho veneno sale de mi boca, sabes que contigo no puedo, no eres fácil, bastante bien me conoces, mejor que ellas; contigo no sirven las mascaras. Pero al igual sabes que bien te conozco y que al igual conmigo no sirven las mascaras. Perro no come perro.

Por eso nos llevamos también, porque como dijiste alguna vez "me gusta que me peguen" al igual que a ti. Te quiero por eso, por ser mi conciencia franca, mi brillante oscuro.

No sé si te parezca que te escriba, no sé si estás de acuerdo con lo dicho; a veces la verdad pesa, y mucho. Al igual tú me pesas. Tu recuerdo me pesa, siento que algo te falta, algo no he dicho, no sé que podrá ser. Algo oscuro se vislumbra. ¡No! no lo es tanto, es sólo la brillantes de la verdad.

Verdad incómoda, verdad engañada, verdad olvidada, esa no será escrita, no tiene porque. O ¿si?

Pensemos, busquemos qué es lo que tenemos. Esa amistad y ese cariño no dicho. Contaremos siempre con nosotros, yo con tu ironía y tu masculinidad, tu con mi frialdad y egoísmo. Pero todo se va cuando cervezas hay en la mesa. Somos nosotros y somos libres. Contigo contaré siempre y tu contarás conmigo, trascendemos eso, llegamos a más, llegamos a todo lo no dicho.

Situación extraña es la mía, pues dos de mis amores se aman con pasión. No es extraña, difícil  es.

¡¡Todo lo sé!!

Sus secretos me cuentas, su verdad escondida del otro me dicen sin ser mentira real. Actos ciegos me cuentas, sordo he sido entonces. Todo se vuelve negro. La actitud impúdica se vuelve en mis oídos, en mis ojos la verdad se transforma en puta y vende su cuerpo al mejor postor.

Ciego, sordo y estúpido por ti y por ella me vuelvo. A los que amo, a esos en lo que odio me hacen convertirme, me odio amándolos. Nada te reclamo, más bien suplico, suplicas de razón compartida te pido. Comprende lo sucedido. Perdóname por lo hecho, excúsame por lo no hecho, no me culpes, no me condenes, no tu.  Mi propia conciencia me condena, mi penitencia son ustedes.

Perdón te pido, no sabrás por qué, sólo perdóname y no me condenes, no ahora, no por eso.

Dudas te devoran ahora, ¡¡mátalas!! Ellas no existen, no deben existir, no ahora... pero y si así es, sobrellévalas, no te mataran... Asesínalas tú, cometelas con desdén y en un futuro las vomitarás, y la verdad en ellas escondida por fin verás.

Me resta... tu me restas.

Extraño tu lengua ponzoñosa, tu palabra fuerte, tu sarcasmo golpeante y tu ironía hiriente. Todo eso que es tu amor  disfrazado. Lo sé. Yo también me disfrazo.

Cuídalas. Te necesitan.

 

image image image image image image image 

 

Miércoles 22 de Octubre del 2003.

00:47 horas.

domingo, 7 de septiembre de 2008

A Daniela I

Pequeña mujer. Mujer de enorme voluntad, de pocas ganas pero de sobrada voluntad; ¿Acaso nuestro destino nos unió para hacernos más grandes de lo que ya éramos? ¿Acaso las Moiras nos unieron para que trocáramos en aprendices de sabios? ¿Acaso los dioses fueron complacientes con nosotros?

La realidad nos muestra que sí, que los astros se conjugaron para que una tarde como cualquier tarde nosotros dos, tu y yo, cada uno por su lado llegara a un lugar perdido en los rededores de CU. Fue un bar de mala muerte donde extrañamente comenzamos a hablar. Fue con cerveza en mano que nuestros brazos se abrieron y nos abrazamos para nunca más soltarnos. Te tengo en los brazos, y soltarte no quiero.

Años atrás. No sé cuántos, no importa cuántos. Ahora estamos y eso es lo que importa.

Tanto nos hemos platicado, tantas cosas nos hemos dicho, y no pocas hemos intuido. Mi querida amiga, eres un dulce que ya sabe su contenido pero que se rehúsa a probarse. No pocas noches de platicas nocturnas hemos charlado y terminas aceptando cosas que ya sabías pero que te negabas a aceptar. Te niegas en muchas cosas. Te caes negándote.

Y que se caiga el mundo si tú te caes. Pero te caes y te sigues cayendo. No te cansas. Eres eterna en tu angustia, en tu incertidumbre de no saber, de no querer saber qué es lo que pasa. Triste situación cuando todo ya sabes. Te conoces tan bien. Te conozco también. Y muy bien. Mi amiga. Mi "danone".

Esto que escribo no se agota contigo, no se agota ahora ni mañana cuando vuelvas a leer esto. Se agotará cuando ya no importe, cuando ya nada valga. Entonces. Pero ahora no. Lo que escribo sigue y sigue, esta no será la única. Será la continuadora de miles de frases de miles de ideas que muchas noches atrás nos contamos, nos confesamos.

He llorado y carcajeado contigo. He llorado y me he carcajeado, de ti, contigo, de todos. Pero siempre fiel a la verdad, nada te he ocultado, y tú tampoco, espero. Leyéndote te conocí. Y así te he de conocer más. Así te enterarás de mi muerte y así nos despediremos.

Las personas de letras, viven en las letras. A ti te guardo en un libro de Sabines. Ahí te tengo y ahí charlas con él y con otros. Te tengo con Sor Juana y con Pita. Con Márquez y con Baudelaire. Eres compañera de Platón y discutes con Patricio.

No me dejas. Platico contigo siempre. Te tengo en la cabeza. Eres una voz que no me deja. No quiero dejarte. Tú no quieres dejarme.

Explótate reina, siéntete, emociónate, vívete. Y que todos mueran en tu explosión. Que todos sintamos que algo cambió. Que alguien renació.

Entrégate a la profundidad, a lo eterno, con Dios y con el diablo. Y luego escríbeme una carta. Antes no. No deseo perder mi tiempo.