domingo, 7 de septiembre de 2008

A Daniela I

Pequeña mujer. Mujer de enorme voluntad, de pocas ganas pero de sobrada voluntad; ¿Acaso nuestro destino nos unió para hacernos más grandes de lo que ya éramos? ¿Acaso las Moiras nos unieron para que trocáramos en aprendices de sabios? ¿Acaso los dioses fueron complacientes con nosotros?

La realidad nos muestra que sí, que los astros se conjugaron para que una tarde como cualquier tarde nosotros dos, tu y yo, cada uno por su lado llegara a un lugar perdido en los rededores de CU. Fue un bar de mala muerte donde extrañamente comenzamos a hablar. Fue con cerveza en mano que nuestros brazos se abrieron y nos abrazamos para nunca más soltarnos. Te tengo en los brazos, y soltarte no quiero.

Años atrás. No sé cuántos, no importa cuántos. Ahora estamos y eso es lo que importa.

Tanto nos hemos platicado, tantas cosas nos hemos dicho, y no pocas hemos intuido. Mi querida amiga, eres un dulce que ya sabe su contenido pero que se rehúsa a probarse. No pocas noches de platicas nocturnas hemos charlado y terminas aceptando cosas que ya sabías pero que te negabas a aceptar. Te niegas en muchas cosas. Te caes negándote.

Y que se caiga el mundo si tú te caes. Pero te caes y te sigues cayendo. No te cansas. Eres eterna en tu angustia, en tu incertidumbre de no saber, de no querer saber qué es lo que pasa. Triste situación cuando todo ya sabes. Te conoces tan bien. Te conozco también. Y muy bien. Mi amiga. Mi "danone".

Esto que escribo no se agota contigo, no se agota ahora ni mañana cuando vuelvas a leer esto. Se agotará cuando ya no importe, cuando ya nada valga. Entonces. Pero ahora no. Lo que escribo sigue y sigue, esta no será la única. Será la continuadora de miles de frases de miles de ideas que muchas noches atrás nos contamos, nos confesamos.

He llorado y carcajeado contigo. He llorado y me he carcajeado, de ti, contigo, de todos. Pero siempre fiel a la verdad, nada te he ocultado, y tú tampoco, espero. Leyéndote te conocí. Y así te he de conocer más. Así te enterarás de mi muerte y así nos despediremos.

Las personas de letras, viven en las letras. A ti te guardo en un libro de Sabines. Ahí te tengo y ahí charlas con él y con otros. Te tengo con Sor Juana y con Pita. Con Márquez y con Baudelaire. Eres compañera de Platón y discutes con Patricio.

No me dejas. Platico contigo siempre. Te tengo en la cabeza. Eres una voz que no me deja. No quiero dejarte. Tú no quieres dejarme.

Explótate reina, siéntete, emociónate, vívete. Y que todos mueran en tu explosión. Que todos sintamos que algo cambió. Que alguien renació.

Entrégate a la profundidad, a lo eterno, con Dios y con el diablo. Y luego escríbeme una carta. Antes no. No deseo perder mi tiempo.

1 comentario:

Conejitocisne dijo...

De todos tus blogs, decidí comentar en este nomás.

Es que no sé que me gusta más, si la idea de la comunicación epistolar o la música de fondo.

Saluditos!