martes, 31 de marzo de 2009

A Chel…

De todititos los infiernos.

Así es el tiempo que nos rodea. Así el tiempo que nos rodea nos ha rodeado por muchos años, desde niños, desde siempre.

Yo ya estaba cuando tu llegaste. Ya era mío el lugar y tuve que compartirlo, tuve que darte lo que era tuyo, lo que es tuyo.

Han pasado muchos días desde que nos conocimos, tantos que no recuerdo si era lunes o martes, si fue en la tarde o en la noche, pero sé que fue hace mucho y nada ha sido igual desde entonces.

Eres toda la familia hecha una persona. Todos los años de “pancha” y de Ricardo los llevas encima, todas las historias de “mella” y Luz las tienes en tu boca, todos los gritos, llantos, lagrimas y risas las tienes en tu memoria.

Tu madre fue hermana de mi madre. Y yo soy hermano tuyo. Nos unieron desde niños, la tierra que nos vio dar los primeros pasos coció lo que apenas había salido, el calor de aquellas viejas tierras nos unió para siempre.

Aún  falta mucho por andar, pero sé que andaremos juntos. Los dos caminamos lento y ya despacio, al tiempo y con tiempo nos encontraremos acompañándonos en este camino largo muy largo que apenas comienza.

Serás vieja como la abuela, grande y decidida. Te veré vieja y nos daremos un último abrazo cuando las noches de nuestra vida sean tantas que su oscuridad multiplicada nos haga dormir una última vez.

Serás vieja como la abuela y en esos últimos tiempos caminando de bajo de antiguos tamarindos recordaremos que nuestros ombligos están enterrados en la misma tierra donde nosotros descansaremos esa misma noche, esa la noche más larga de nuestra vida.

De esas tierras quemadas por el calor, de esas tierras primeras de nuestra infancia, de esas tierras ahora lejanas saldrán voces cansadas que hablaran de como dos niños, dos hermanos, jugaron a vivir y vivieron jugando.

Y cada que el calor nos recuerde esos tamarindos, esas calles polvosas y esos charcos que parecía océanos, cada que eso pase recordaremos que estamos jugando y que jugando moriremos…

lunes, 9 de marzo de 2009

A Luz Elena…

Sabiendo de tu predisposición a los problemas de cualquier tipo me hubiese gustado empezar por alguna cita de cualquier filósofo Alemán, no sé,  quizá algo de Foucault o Derridá, pero no,  la sencillez siempre es de buen gusto y una carta siempre ha de ser de buen gusto, por tanto, la sencillez será la constante en esta carta.

Pensé en ti al tomar una taza de café, caliente, con un sabor de café oaxaqueño que me encanta, pesado, pero rico. Así, caminaba y me vi en el café, me vi y pensé en ti. En que te conocí no hace mucho y eres de las personas que más extraño. De las qué más pienso y de las que más quisiera tener cerca.

Eras la amiga “rara” de una amiga mía más “rara” aún. Fue un flechazo. Una jugada de las Moiras que entrelazaron nuestros hilos nada más para ver que pasaba. Platicamos y no me sentí irreverente, ni lo he sentido jamás contigo, de decir la verdad, la verdad que no te gusta, que sabes pero que no por eso deja de no gustarte. Esa verdad que incomoda, que te pica el hígado y que no se aleja mucho de una mentada de madre. Así.

Tan centrada en lo que quieres, tan segura de lo que quieres, tan joven y ya con tanta cosa en la cabeza. Amo tu seguridad. Y todo lo demás lo respeto.

Tan centrada y luego un pequeño juego del amor te come la cabeza. Pero nada que no se pueda arreglar. Lo arreglaste.

Arreglas todo. Y todo acomodas. Tu orden me perturba, un poco más lo hacen tus escritos. Tanto orden a veces merece un poco de desvarío.

Siempre he respetado tu inteligencia. Me parece hasta sorprendente que alguien pueda pensar como lo haces, con sus excepciones claras relacionadas con tu condición hormonal, sin ser hombre. Las hormonas te traiciona. Y lo digo sin afán de  comenzar una discusión eterna sobre la mujer y sus limitantes. Los hombres los tenemos, muchos, más.

Piensas y me encanta.  Críticas y destrozas. Argumentas y construyes. Eso es algo que pocas personas que yo conozco hacen.

Contigo soy más inteligente. Me pones a pensar. Aunque más sobre tus errores que sobre tus aciertos. Ha!!

Sé que una carta para mí está en camino a casa, eso dijiste, pero siento adelantarme. Es uno de esos días en que quise no solo pensarte sino hacerte en una carta. A las personas se les construye. Ahora mismo te construyo, una parta de ti se forma entre las letras que dejo, y no estarás completa hasta que la leas. Parece que ya estás completa.

Completa hasta que alguien más empiece a pensarte y hacerte en una carta. Completa hasta que todas las  ideas se fundan contigo. Y seas una, sólo una.

No será la primera, contestaré la que viene, y te haré de nuevo. Ahora como bien has de saber ya, yo no estoy completo desde que imaginé una carta hecha por ti, la quiero para estar completo. Para ser yo.

Porque me haces como yo te hago. Cada palabra eres tu. Cada idea, cada imagen eres tu.

Sigamos construyendo nuestros cuentos, hagámonos una historia, formemos un interesante episodio compartido para dos cuentos, seamos una parte de la historia del otro. Es necesario construirnos. Formarnos. Hacernos con las letras.

 

Sólo así el cuento estará completo.